Pocas veces se ven bandas como estas juntas, y tuvimos esa oportunidad. Tanto Napalm Death como Cannibal Corpse se presentaron el martes pasado en el Teatro Vorterix, en medio de una gira que los llevo a recorrer Latinoamérica. Las dos bandas se encuentran en momentos similares. Por un lado Napalm Death edito su último disco Apex Predator en el 2015. Desde ese momento, no dejaron de girar, mientras que Cannibal por su parte sacó Red Before Black el año pasado y les fue muy bien.
Vorterix estaba lleno. Fans de antaño, nuevos, y nostálgicos. Es curioso como el death metal, el brutal death, grindcore y todos los subgéneros de lo extremo tienen la capacidad de impregnarse en el corazón de la gente. Hay que tener en cuenta que son dos bandas que no se escuchan en general en la radio y siempre tienden a ser más de culto, sin embargo meten muchísimos fans en las giras, venden discos, siguen sacando material y están lejos de agotarse. Por eso, promediando los 30 años de carrera, las dos potencias se juntaron para celebrar lo mejor de tocar duro y podrido.
El carisma casi juvenil de Barney es indiscutible. El estilo Greenway está estrecho al lado punk directo que les queda y el grindcore que les calza perfecto y pueden dar cátedra al respecto. Mezclando ingles y español, agradece más de una vez, anuncia las canciones, e incluso no deja pasar la oportunidad para mencionar el paro general nacional mencionando a los empleados públicos y la gente responde con el ya clásico cántico MMLPQTP. La soltura de Barney y el feedback que genera lo hacen adorable. Los saltitos y el revoloteo constante en círculos sobre el escenario hacen que cualquiera se vuelva fanático al instante. Napalm dejó la vara alta, porque se plantan agresivos y directos en vivo. Se despiden con un pedido de paz y dejaron el escenario estallado para lo que venía.
A Cannibal Corpse los conocemos en vivo. Son más estáticos que sus colegas y, en un fuerte contraste con Barney, George Fischer pregona sangre y muerte concentrada, apoyándose en una de sus rodillas y acompaña con un headbanging bestial. Es gigante, imponente, pero no al estilo Jens Kidman, sino más bien como un ser que salió desde el lugar más sórdido del infierno y le queda perfecto. Su voz sale desde el mismísimo averno, mientras se ensambla con los riffs cortos pero contundentes de Pat O’Brien y lejos de ser expresivo con el público, logra desde ahí llegar a la gente sin obstáculos.
La conclusión es que una vez más el metal gano una batalla.
Fotos: Mariano Rodriguez Alvarez (@xurulo) | Ver Fotos